El lenguaje es el principal mediador en la interacción social, el proceso de adquisición de conocimiento, en la vida cotidiana y principalmente en la institución educativa. El conocimiento se construye en la interacción con otros: asimilando, confrontando, indagando a través de intercambios verbales en situaciones de comunicación y, así, ese saber se interioriza de manera individual (Vygotsky, 2000).
Así mismo, como afirman Roa & Pérez (2014) las palabras son la base con la que se construyen los vínculos emocionales y la llave para ingresar a la cultura. Para Casamiglia y Tusón (1999), la función social básica y fundamental de la oralidad es permitir las relaciones sociales.
De acuerdo con lo anterior, la oralidad da la posibilidad de comunicar y forja lazos sociales desde la infancia temprana ya que de manera natural se hace uso de ella sin que se requiera para éstas interacciones un proceso de enseñanza específica. Casamiglia y Tusón (1999) mencionan al respecto: “se –aprende- a hablar como parte del proceso de socialización, las personas desde la infancia están expuestas a situaciones de comunicación diferentes, participan de forma más o menos activa en diferentes eventos y van recibiendo –normas- explícitas por parte de los adultos que los rodean” (p. 42).
Pero, el concepto de oralidad va más allá de los usos primarios y básicos que suceden solo en el contexto informal. El lenguaje oral requiere de prácticas que como lo refieren Roa & Pérez (2014) “….suceden específicamente en la escuela[…]. Ese tipo de situaciones de conversación no ocurren frecuentemente por fuera del ámbito escolar” (pág. 30).
Sin embargo, la escuela ha privilegiado la escritura, sin tomar en cuenta que la oralidad es un modo de producción del lenguaje, con sus características y sobre todo con normas propias de funcionamiento. Lo que Bajtín (1998) llamo “géneros discursivos primarios” es lo que permite diferenciar el carácter de esta práctica del lenguaje mediada por el lenguaje oral; los niños y niñas deben aprender a reconocer qué contextos son los adecuados para intervenciones orales formales y cuáles para las informales.
En el proceso de exploración del lenguaje en el ciclo uno, el aula de clase debe estimular en los niños y niñas las prácticas sociales, tanto del lenguaje escrito como del lenguaje oral. En su cotidianeidad los niños y niñas se relacionan con el lenguaje oral en la mayoría de sus acciones y aprenden a utilizar de forma general su voz para expresar y comunicar. Por eso en el contexto escolar se debe promover la oralidad como una manifestación lingüística fundamental para el desarrollo integral de niños y niñas, no sólo como algo natural que ya trae aprendido, sino como un elemento indispensable para el aprendizaje, el pensamiento, la comunicación y la convivencia en el aula.
Por consiguiente, en el marco del aula, la lengua oral se convierte en un espacio especialmente privilegiado ya que, mediante el diálogo con el adulto o con los compañeros, los niños y niñas disponen de la posibilidad de contrastar y reinterpretar su lectura del mundo.
El salón de clase, según Amparo Tussón es […] el microcosmos […] donde se mantiene o se cambia la realidad cultural y social a través de las interacciones comunicativas que deben ser trabajadas como un “proceso” y una construcción conjunta que generen interrelación, interpretación y cooperación…](Pérez, 2008) así que la labor educativa, además de leer y escribir convencionalmente, debe orientar procesos pedagógicos intencionados del manejo del lenguaje oral – escritor y lector, donde se consoliden saberes individuales y colectivos y sea la voz en el aula, el instrumento de motivación hacia un aprendizaje comunicativo sólido (Rivera, Benavides y Arroyo, 2010).
La importancia de trabajar el lenguaje oral en el primer ciclo de una forma específica y sistemática, como lo refieren Roa & Pérez (2014), es propiciar las condiciones para que el niño se exprese frente a un grupo con seguridad y en condiciones óptimas para cumplir un propósito comunicativo. Las posibilidades que el aula da a los niños y niñas de construir su voz se relacionarán directamente con su futuro desempeño en los grupos sociales de diversa índole con los que se enfrentará y le permitirá su participación como sujeto activo de su sociedad (Roa & Pérez, 2014).
Es por este motivo que se ha decidido diseñar e implementar una Secuencia Didáctica que permita crear situaciones que lleven a los niños y niñas a la práctica social del proceso de lenguaje para ir apropiándose de las regularidades del habla y los aspectos relacionados con las intervenciones orales en espacios académicos.